Tokio 2025: cinco argentinos en escena y un campeonato que promete
Tokio vuelve a poner el foco del atletismo mundial en modo turbo. El Mundial de atletismo 2025 llega al Estadio Nacional con una foto clara para la Argentina: cinco representantes en total, dos mujeres y tres hombres, según los listados preliminares consultados por este medio. Entre los nombres que ya se mueven en la previa aparecen Joaquín Gómez en lanzamiento de martillo y Diego Javier Lacamoire en 1500 metros, dos referencias de la nueva camada albiceleste.
El campeonato se estira a lo largo de diez días, con eliminatorias por la mañana y finales por la tarde-noche en Japón. Para los que miran desde Buenos Aires, eso significa madrugadas y mañanas bien cargadas de acción: muchas finales caerán en la mañana argentina, un guiño para el café con atletismo antes del trabajo.
El detalle de la delegación todavía puede moverse, como ocurre siempre que entran en juego el ranking mundial, las marcas mínimas y los plazos de confirmación médica. Lo seguro: habrá presencia en la pista, en el área de lanzamientos y posibilidades en fondo y maratón. La cifra de cinco es consistente con el ciclo posolímpico y cómo se definieron plazas en los últimos mundiales.
Gómez, referente del martillo, llega con oficio internacional y experiencias en grandes citas. Su libreto es directo: un registro sólido en la clasificación —por encima de los 75 metros suele dejarte bien parado— y sangre fría para meterse entre los 12 mejores. En campeonatos de este nivel, el pase a la final combina marca automática (si la organización la fija) y, si nadie la alcanza, el filtro de los 12 mejores lanzamientos totales. La consistencia pesa más que el vuelo de un intento suelto.
Lacamoire, mediofondista, se mueve en terreno táctico: series de 1500 m con roces, cambios de ritmo y remates a todo o nada. En la ruta a las semifinales y la final, saber leer el calor es tan clave como el crono. En campeonatos, una carrera en 3:40 con la ubicación correcta vale más que un 3:34 en solitario. Su evolución en torneos regionales y el roce internacional reciente le dan un piso competitivo interesante.
El resto de las plazas argentinas, a la espera de confirmaciones oficiales, apunta a especialidades de fondo y ruta, donde el país viene creciendo en resultados y profundidad. En maratón, la clasificación suele combinar marcas obtenidas en grandes carreras del calendario mundial y cupos por ranking, con la particularidad de que la adaptación al calor y la humedad de Tokio será un factor estratégico a vigilar desde ya.
Claves logísticas para el espectador: Tokio está 12 horas por delante de Argentina. Las sesiones vespertinas japonesas caerán en nuestra mañana. Para quienes quieran seguir las pruebas más veloces o las finales de campo, conviene mirar la noche previa el orden del día y, si toca, poner el despertador. Mundiales recientes mostraron un patrón estable: el primer fin de semana resuelve gran parte del 100 m y arrancan las definiciones fuertes en campo; el cierre queda para las vueltas a la pista largas y los relevos.
Los duelos de velocidad que nadie quiere perderse
Los 100 metros masculinos vuelven a encender la chispa. Noah Lyles llega con el peso de haber sido doble campeón del mundo en 2023 (100 y 200 m) y un año posterior donde mantuvo su visibilidad al máximo nivel. A su caza, especialistas del arranque como Christian Coleman, velocistas completos como Zharnel Hughes y talentos jóvenes que empujan desde la zona del Caribe y África. En 100 m, la diferencia entre la gloria y el cuarto puesto cabe en una salida perfecta o una centésima malgastada.
En 200 metros, el libreto pone a Lyles otra vez en el centro, pero el margen se achica con la consolidación de Letsile Tebogo —capaz de convertir una curva en ataque directo— y el crecimiento sostenido de Erriyon Knighton. La duda que siempre flota: ¿aparecerá una marca de esas que obligan a repasar el vídeo cuadro por cuadro?
El 100 metros femenino ofrece una paridad brutal. Sha’Carri Richardson llega con estatus de campeona del mundo y un paquete técnico que mejora salida, transición y final. Shericka Jackson, implacable en 200 m, se mueve cada vez mejor en el hectómetro. Dina Asher-Smith y Julien Alfred completan una nómina con capacidad real de bajar de 10.90 si las condiciones acompañan. La curva de aprendizaje de las sprinters caribeñas y la explosión de las universitarias estadounidenses mantienen el termómetro en rojo.
El 200 femenino tiene nombre y apellido múltiples: Jackson-Gabby Thomas como eje, con Richardson como amenaza si decide doblar. Aquí la gestión del calendario y la recuperación entre rondas lo cambia todo. El viento en la recta opuesta, además, suele jugar con la cabeza: lo que en 100 es brisa, en 200 puede desarmar un paso.
Más allá del hectómetro, hay otros duelos de talla. En 400 vallas, la conversación pasa por Sydney McLaughlin-Levrone y Femke Bol, dos atletas que reescriben el manual técnico a una edad en la que otros recién despegan. En hombres, el triángulo Karsten Warholm–Rai Benjamin–Alison dos Santos garantiza una final de ritmo insoportable. Si los tres llegan sanos, el reloj puede volverse protagonista.
La ruta también trae historias fuertes. El maratón en Tokio no perdona improvisaciones: humedad, temperatura y un circuito donde quien se pasa de ambición paga con intereses. Los equipos africanos suelen manejar un bloque de candidatos —Etiopía y Kenia llevan dos líneas titulares—, pero los últimos años mostraron que el día D manda la estrategia: hidratación a rajatabla, parciales estables y valentía medida entre el kilómetro 30 y el 35.
Cómo se clasifica y por qué puede cambiar la lista hasta el final: World Athletics fija marcas mínimas exigentes y abre cupos por ranking para completar campos competitivos. Las federaciones nacionales eligen a sus atletas según criterios internos que combinan marca, estado de forma y disponibilidad. Lesiones de última hora, cargas de viaje o ajustes de calendario pueden mover fichas incluso a días del inicio. No es desorden: es la dinámica normal de un campeonato que junta a lo más fino del año en una sola cita.
Para Argentina, el objetivo realista pasa por avanzar rondas, pelear finales en campo si la clasificación acompaña y sumar experiencia de alto nivel. Los relevos, si logran ensamblar planteles y pasar por la zona de cambios sin drama, son un plus jugoso. Y en el fondo, con el calendario doméstico cada vez más profesionalizado, el roce que entrega Tokio puede acelerar el salto de calidad que el país viene buscando.